XXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Mt 16, 13-20

Si hoy nos preguntase Jesús “¿quién dice la gente que soy yo?” ¿Qué responderíamos? Amigos, no sé vosotros, pero yo os confieso que, por un lado, encontraría mil respuestas, y por otro, creo que ninguna. Habría que ver en qué contexto se hace la pregunta, en qué momento y a quién.

La globalización, la diversidad, la avalancha de información de todo tipo, nos deja poco margen para profundizar en una pregunta tan directa e importante. Y, probablemente sería una respuesta de whatsapp.

Aunque tranquilos, no descarto para nada, al contrario, valoro muchísimo y creo que hay muchas personas y respuestas a las que Jesús respondería igual que a Pedro “eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre…”.

Pero volviendo a mi respuesta, creo que lo más inmediato y espontáneo sería un encogimiento de hombros, ¿o no? Y si te pregunta a ti o a mí directamente “¿quién dices tú que soy yo?”. Si optamos por no evadirnos hay que respirar profundo y también podríamos dar muy buenas respuestas, pero yo no sé qué respondería. Lo que sí sé es que espontáneamente o después de un profundo silencio diría sin duda que sin Jesús mi vida no tendría sentido.

Al final del texto que estamos compartiendo dice “y les mandó a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el mesías” pero yo quiero terminar esta reflexión recordándonos que, también Mateo, al final de su evangelio, nos dice que Jesús les envía, diciéndoles: Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Yo estoy con vosotros hasta el fin de la historia” (Mt 28, 19-20). Y termino, diciendo que en muchos lugares y muchas veces, dice Jesús que los pobres sean evangelizados.

Belén Jiménez, mss