Esta nueva misión de Houston Texas, comenzó porque así el Señor lo quiso. El Señor se manifestó a través de una joven de 15 años para que viniéramos a Houston a hacer promoción vocacional. Pilar ha asistido a un Colegio Católico desde los 5 hasta los 14 años. Su tía es Misionera del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, por tanto Pilar aprovechaba las visitas de su tía para invitarla a su Colegio para que hablara sobre Nuestra querida Madre la Beata María Emilia, y para que hiciera promoción vocacional. Ya siendo adolescente y perteneciendo a un grupo de jóvenes de la parroquia insistía que teníamos que venir hablar de Nuestro Carisma, de nuestra Madre Fundadora y a animar a los jóvenes a seguir a Cristo, que es lo fundamental en nuestras vidas.
Después del Capitulo General, hace tres años uno de nuestros objetivos era salir a buscar vocaciones y con este fin aceptamos la invitación que nos hacia el Señor a través de esta jovencita.
Las primeras que vinieron a explorar esta tierra que es inmensa y que tiene mucha misión para hacer, fueron Maricruz y Edna Carina. Venían buscando vocaciones y encontraron una Diócesis con falta de presencia religiosa hispana, mujeres preparadas que supieran los dos idiomas inglés y español y que tuvieran ganas de trabajar en una gama de misión muy amplia. (Un niño el otro día nos preguntó; ¿sabes cómo de grande es Texas? Nos dijo todo entusiasmado, es de grande como Francia y nos queda aún un pedacito para llenar) y nosotras solo podemos cubrir un pedacito de este gran Estado, pero estamos abiertas a todo lo que el Señor nos pida.
Podría hablar de toda la misión, del trabajo maravilloso que está realizando Maricruz en la oficina de Ministerio de Vida Familiar en la Diócesis, en acompañamiento vocacional o de todo el trabajo que realizamos Aida y Mirta en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, con la catequesis de niños, jóvenes y adultos, formación de Catequistas y apoyo espiritual a los diferentes grupos de la parroquia.
Pero hay una misión en particular que nos encanta hacer y sabemos que es voluntad de Dios que estemos aquí ayudando y dando de comer y beber a los que tanto nos necesitan.
Por la pandemia todo se ha parado, todo está en “STANDBY” pero la necesidad de nuestros hermanos y hermanas de la calle no espera, sigue, y hay que remediarla. Cuando comenzamos a trabajar en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, al salir de la autopista pasamos por debajo de un puente y nuestros ojos no podían creer lo que veían. Veíamos casitas de campaña por toda la explanada y no eran dos o tres, más adelante cuando pudimos parar el coche un poco contamos hasta veinte casitas. Nos preguntábamos cómo es que la ciudad permite esto, que tantos de nuestros hermanos vivan así.
Esto es los poquito que vemos, pero cuando caminamos por debajo de los puentes (esta es la ciudad de los puentes) vemos aún más. El Señor nos hablaba constantemente al corazón, para que fuéramos parte de algún equipo para darles de comer, llevarles esperanza y amor.
Y lo único que podíamos hacer al principio era orar por ellos/ellas, llevábamos en el carro barritas nutritivas para ofrecerles y siempre una sonrisa del amor de Dios.
Nuestro corazón palpitaba y deseábamos ayudar. Un día llegamos a la parroquia y uno de los sacerdotes llegaba de una Eucaristía que acababa de celebrar en una casa de acogida para los de la calle que quieren recuperarse y los que salen de las cárceles. Nos invitó a ir con él a la siguiente Eucaristía y este fue nuestro primer contacto con “Magnificat House”, una Organización que se dedica ayudar y a mitigar un poco el hambre de tantos de nuestros hermanos en esta ciudad. Comenzamos en el área de acogida en una de sus oficinas, pero Dios nos pedía algo más activo, poder tener más contacto con ellos y poderles dar de comer.
Hablando con la directora de “Magnificat House”, nos comentó que tenían un comedor y, que, si queríamos ir ayudar a allí, podíamos hacerlo. Así lo hicimos, salimos de aquella oficina y nos fuimos directamente al comedor, “Loaves and Fishes” (Panes y Peces). Ese primer día fue maravilloso, ver a familias enteras con sus niños ayudando a preparar las comidas que se iban a entregar (se dan casi 400 comidas a diario). Aquella línea de indigentes parece que no se acababa, pero qué agradecidos estaban con todos aquellos que le sirven. Sí, muchos tienen adicciones, son enfermos mentales y otros han perdido sus trabajos por la pandemia, pero todos tiene algo en común: todos tienen hambre física y espiritual y nosotras podemos hacer la diferencia para aliviarles física y espiritualmente. La física la calmamos con la comida que les damos y la espiritual solo con nuestra presencia que les habla del amor de Dios y ellos así lo manifiestan. Muchos se bendicen al vernos y otros se sonríen (es la sonrisa de Dios), y nos agradecen por lo que hacemos por ellos. En estas manifestaciones de agradecimiento vemos que la Misionera crece y florece donde el Señor la llama y la necesita.
Misionera del Santísimo Sacramento y María Inmaculada
Houston Texas, Octubre 2021