MARÍA EMILIA RIQUELME Y ZAYAS

Nacida en Granada en 1847 (+1940). Sus padres, D. Joaquín Riquelme y Gómez, y Dª María Emilia Zayas de la Vega, forman un hogar cristiano, y ven con alegría el nacimiento de su hija.

A los 7 años muere su madre, acude a la Virgen, y desde ese momento va creciendo su amor a Ella; además, en su adolescencia tuvo una profunda experiencia con María que marcó su existencia.

La vida le sonríe, tiene cuanto una joven puede disfrutar: cultura, posición, además de muchas cualidades que la hacen aún más atractiva y delicada.
Se siente atraída por la Eucaristía, vive de ella y siente la llamada a una mayor entrega.

Comienza por poner al servicio su tiempo y cualidades en favor de los más pobres en escuelas para niños pobres, catequesis, visitas a prostíbulos, ayuda a familias necesitadas, etc.

A través de estas realidades, María Emilia descubre que Dios tiene un sueño para ella, consagrarse a Dios plenamente como religiosa.

Lo comparte con su padre, pero él no quiere ni oír hablar de ello; resultado; que por consejo del confesor pospone la opción mientras viva. Así sabe esperar y con gran cariño y dedicación lo atiende hasta el último momento en que muere don Joaquín en Sevilla en 1885.

María Emilia no descansa, capta las necesidades de su tiempo y redobla su trabajo a favor de los más necesitados; quiere vivir el sí que hace años dio al Señor.

Hay tanteos de vida religiosa en diversas congregaciones y, al calor de los Ejercicios Espirituales y de la Adoración al Santísimo Sacramento, nace ese despliegue de total entrega, se lanza a cumplir la voluntad de Dios. Abre un camino en la Iglesia con estilo propio… así al anochecer de un siglo surge la Obra de María Emilia, mejor “la Obra de la Virgen” como ella la llama… en honor de Jesús y María; su nombre: MISIONERAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y MARÍA INMACULADA”.

Comienza por poner al servicio su tiempo y cualidades en favor de los más pobres en escuelas para niños pobres, catequesis, visitas a prostíbulos, ayuda a familias necesitadas, etc.

A través de estas realidades, María Emilia descubre que Dios tiene un sueño para ella, consagrarse a Dios plenamente como religiosa.

Lo comparte con su padre, pero él no quiere ni oír hablar de ello; resultado; que por consejo del confesor pospone la opción mientras viva. Así sabe esperar y con gran cariño y dedicación lo atiende hasta el último momento en que muere don Joaquín en Sevilla en 1885.

María Emilia no descansa, capta las necesidades de su tiempo y redobla su trabajo a favor de los más necesitados; quiere vivir el sí que hace años dio al Señor.

Hay tanteos de vida religiosa en diversas congregaciones y, al calor de los Ejercicios Espirituales y de la Adoración al Santísimo Sacramento, nace ese despliegue de total entrega, se lanza a cumplir la voluntad de Dios. Abre un camino en la Iglesia con estilo propio… así al anochecer de un siglo surge la Obra de María Emilia, mejor “la Obra de la Virgen” como ella la llama… en honor de Jesús y María; su nombre: MISIONERAS DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y MARÍA INMACULADA”.

TODOS SOMOS MISIÓN, TÚ ERES MISIÓN

Todos podemos ser parte de esta gran obra que María Emilia inicio hace 126 años  y que hoy sigue viva.

CÑOMO HACER PARTE