TERCER DOMINGO DE PASCUA

Evangelio Lc 24, 35-48

El evangelio del día de hoy, nos invita a experimentar a Jesús en nuestras vidas y a contagiar a los demás la paz y la alegría que sólo Él puede 12. palomas-de-la-paz-fanodar. A descubrirlo presente en la Eucaristía.

Cuando nos hemos encontrado con algo o con alguien en el camino, estamos deseos de volver a casa y contar lo sucedido; pero todavía es aún más sorprendente que de quien se esté hablando se haga presente en ese preciso momento, esto fue lo que le aconteció a los dos discípulos al volver de Emaús, después de haber experimentado el fuego de Jesús que ardía en sus corazones.

Sólo cuando podemos contar a otros lo que hemos visto y hemos experimentado podemos hacer presente a Jesús.
Jesús se hace presente con el saludo de la paz, mostrándoles sus manos y sus píes como una invitación a reconocer su existencia, ya no como antes ¡Ha resucitado! pero si de modo tangible, es Él, no es otro, y los invita a mirar y a tocar, utilizando los sentidos en un primer momento, como una forma de constatar que no es una imagen, una idea, que lo que le ha sucedido en la cruz es verdad.

Jesús pide comida y come delante de ellos, Jesús se vuelve mendigo de manera sencilla de lo que necesitamos los seres humanos para vivir –el alimento-, porque es la forma en la que podemos entender su presencia, en lo vital y es en medio de ésta comida donde cuenta lo que ha vivido, su pasión y su muerte, todo es real, Él es el que ha vencido a la muerte en la cruz y está con ellos para decirles que se puede pasar de las tinieblas a luz y que todo cuanto estaba escrito de Él en las Escrituras se ha cumplido.

La experiencia de Jesús les lleva a entender las escrituras, les abre la capacidad de ver más allá, de anteponer la fe a los sentidos.

Como cristianos tenemos una comida, la Eucaristía y en ella reconocemos la fuente y cumbre de la vida cristiana donde recibimos la Palabra del Señor, lo que Él “vivió”, lo que El “experimentó”, la obediencia al Padre, la construcción del Reino compartimos su Cuerpo y su sangre y como testigos somos enviados.

El testigo es aquel que ha visto, oído y palpado a Jesús y por lo tanto tiene la misión de predicarlo y es así como Jesús nos llama a compartir su vida y misión, de una forma sencilla nos permite vivir la experiencia del Reino contando con la fuerza de la Eucaristía, su presencia nunca se apartará de nuestro camino.

La Eucaristía es para nosotros el momento de reconocer a Jesús que por amor nos entrega su cuerpo y su sangre, fuerza, remedio, mientras peregrinamos no estamos solos, tenemos la certeza de que vamos con la presencia de Jesús resucitado, vivo, eficaz en la Palabra y en la Eucaristía, que sigue acompañando nuestra misión y nuestro camino llevando a otros el gozo de la alegría y de la paz.

Liliam Taborda, mss
@lianmartv

paz a vosotros