I DOMINGO DE CUARESMA
Evangelio: Lucas 4, 1-13
Jesús nos da ejemplo de humildad, para enseñarnos a vencer toda tentación. Se trata de un tiempo en el que se nos invita a la conversión, a vivir una experiencia de “desierto” pero un desierto de amor misericordioso donde nuestra vida se ajuste al Evangelio de la misericordia. Tiempo para llenarnos más del Espíritu Santo y practicar los dones y los frutos que recibimos en el bautismo, pues estos hacen fuerte y firme el corazón para vencer al tentador. El Papa Francisco menciona que “quien dese ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador pero abierto a Dios” Esto es lo que hizo Jesús cuando fue tentado en el desierto durante cuarenta días. Después de ser Bautizado Jesús por Juan el Bautista, fue conducido por el espíritu al desierto y venció al tentador porque estaba lleno del Espíritu Santo y su corazón estaba abierto a Dios.
Dentro de este año la cuaresma tiene el color de la misericordia, nos invita a “acercarnos con confianza a la gracia, para recibir misericordia…” Invitadas a dejarnos conducir por el Espíritu Santo al desierto, lugar y espacio de encuentro con aquel que sabemos que nos ama y nos llama para estar con Él. Este lugar y este espacio es el contacto mismo con nuestra vida, lugar donde secretamente mora el Dios de la misericordia.
Jesús es la puerta y Él mismo nos da la llave y no cualquier llave, sino la de la humildad, necesaria e indispensable para entrar en la morada de misericordia, hay que extender y abrir nuestra mano para recibirla y dejar que Él la deposite en nuestra palma de la mano, sentirnos impulsadas a meterla en el cerrojo de la puerta para entrar.
Entrar en este desierto de amor misericordioso, permite cuestionarnos desde el ser de consagrada. ¿De qué estoy más llena, del mundo y sus cosas desechables o del Espíritu de Dios que permanece siempre? ¿Cuáles son las tentaciones más frecuentes que aparecen en mi vida? ¿Cómo las vivo y las venzo? ¿Cómo está mi corazón, fuerte y firme para vencer al tentador? ¿Que necesito para fortalecerlo y se haga firme? indudablemente el Papa Francisco cuando nos habla de si queremos ser misericordiosos nos dice que debemos tener un corazón fuerte y firme para vencer al tentador, cerrados al pecado y abiertos a Dios.
Jesús maestro de humildad, tú me enseñas que debo estar llena del Espíritu Santo, condúceme, envuélveme en tu misericordia, dame la luz para reconocer con humildad mi fragilidad y practicar más los dones que recibí en mi bautismo para vencer toda tentación, la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la piedad, la fortaleza, el temor de Dios y los frutos, ayúdame a practicarlos a hacerlos vida día a día, quiero tener un corazón semejante al tuyo. “Dame la humildad y la dulzura de tu corazón”. Lléname de ti, quiero vaciarme de todo lo que me aleja de ti, transforma mi vida, crea en mí un corazón fuerte, firme y misericordioso, abierto siempre a tu voluntad.
Mª Guadalupe Rico, mss