II DOMINGO DE PASCUA

Evangelio: Juan 20, 19-31

El escándalo de la cruz, esto que ni los discípulos han podido comprender, porque para ellos ha sido dolor, ausencia, frustración, un fracaso total de aquel maestro que habían seguido, porque les dio esperanza para seguir luchando por algo nuevo y diferente.

¿Y ahora cómo vivimos este escándalo de la cruz que llevó a los discípulos a encerrarse por miedo? 31. palomas-de-la-paz-fanoEn nuestra realidad nos vamos encontrando con personas que tienen una vida llena de experiencia, muchas veces de dolor, sufrimiento, de muerte y también de resurrección, son situaciones que vive el vecino @, el niño@, el joven.

El texto habla de noche, de miedo de estar con las puertas cerradas. Cuántas veces llegamos a experimentar esto, a sentirnos que estamos solos, que todo se acabó, que no hay caso seguir. Así vamos caminando a oscuras, a tientas y con miedo, buscando seguridades en lo que se va encontrando al paso y sin darnos cuenta nos vamos encerrando en nosotros mismos, en lo que conocemos y mucha veces podemos caer en la tentación de decir “prefiero quedarme con lo antiguo”, llenándonos de polilla que enfrentar la realidad, y es aquí donde Jesús se hace presente y nos dice a cada un@ “No temas, soy yo, sal de ahí, no te encierres, abre tus puertas, pues yo estoy aquí para cuidarte”.

Jesús se les presenta a los discípulos con este saludo “paz a vosotros”. ¿Qué entendemos por paz? Paz no solo es que no haya guerra, violencia, sino que paz es vivir en constante armonía contigo mismo y con todo aquello que te rodea.

La presencia de Jesús en medio de nuestra realidad nos llama también a que descubramos sus heridas en nuestros hermanos que sufren, que son excluidos, marginados por la sociedad. Con el sueño que tiene Jesús sopla su aliento sobre los discípulos para que vaya y compartan la experiencia que han tenido.

Creo que cada uno estamos llamados a ser portadores de esta gran alegría con nuestra propia vida en lo cotidiano, en lo sencillo, donde se pueda sentir que la vida corre y acoger al otro con amor y como es, que el Espíritu sea siempre el que provoque algo nuevo, diferente y que podamos estar siempre atentos para que no se apague el fuego por las diferentes situaciones que van viviendo. La experiencia del resucitado nos tiene que llevar a fortalecer nuestra fe en todo momento.

“Yo estoy contigo en el niño, el joven en tu herman@, con quien compartes la vida, ahí estoy yo”.
Qué importante es seguir dejándonos interpelar por su palabra y seguir viendo con profundidad la resurrección de Jesús en nuestra vida. A mí algo que me sorprende y me cuestiona mucho es la fe y seguridad de aquella gente sencilla que dice Dios nunca nos abandona, eso es vida, resurrección, eso es vivir abandonado en las manos del Padre.

Mercede Ribera, mss