LA ASCENSIÓN

Evangelio: Mt 28, 16-20

Cuarenta días después de la Pascua, la Iglesia celebra la Ascensión del Señor al cielo. Lo que celebramos hoy, más que un acontecimiento cronológico es toda una realidad de la glorificación del Señor.

Hoy el Señor nos invita a no quedarnos mirando al cielo, sino a volver la mirada al mundo con el compromiso de trabajar por el Evangelio. Jesús no nos dejó solos, se quedó presente en la Eucaristía, cumpliendo la promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Asciende, pero nos promete que su presencia nos fortalecerá por medio del Espíritu Santo, que su cercanía será permanente.

También hoy con la Ascensión el Señor nos enseña que debemos tener muy bien puestos los pies en esta tierra, pero aspirando a los bienes celestiales, donde la dicha y la felicidad la disfrutaremos en plenitud. No somos seres terrenos, somos peregrinos, caminantes, cada día nuestros pasos nos deben llevar a ascender al encuentro definitivo con el Señor.

Por eso se nos invita a vivenciar cada día la Eucaristía de manera consciente y fervorosa, la adoración a Jesús como un encuentro de intimidad y el bien a los hermanos de manera desinteresada, pidiendo siempre la luz del Espíritu Santo que nos enseñará todo lo que debemos decir y hacer.

Puede que estemos un poco impacientes, pero si miramos a la Virgen María, comprenderemos la grandeza de la dulce espera y de la fe confiada, pues con el tiempo los frutos se verán. Ella perseveró y obtuvo la gracia de ser llevada al cielo en cuerpo y alma.

Geani Valencia, mss