PENTECOSTÉS

Evangelio: Jn 20, 19-23

Amigos:

Me parece que el Señor nos está invitando, no sólo a leer (Jn. 20,19_23), sino a entrar en ese escenario, a sentirnos uno más del grupo de discípulos que «ese mismo día, el primero después del sábado, estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos», sentirnos uno más, digo, con nuestros miedos, con nuestras parálisis, con nuestros sueños rotos…

Y se presenta Jesús: «la paz esté con vosotros», y les repite: «la paz esté con vosotros…» La Paz de Jesús, del Señor!

¡Qué vuelco al corazón! Sin palabras…

Y va a decir también: «como el Padre me envió a mí, así os envío yo…»

Y aquellos discípulos, aún, sin apenas entender, ya tienen la experiencia del camino que recorrió Jesús, su misión, el anuncio del Reino, enviado por el Padre. Se lo habían oído muchas veces.

Y soplando sobre ellos les dice: «recibid el Espíritu Santo…»

También se lo había anunciado antes:
«Os enviaré el Espíritu Defensor, el Consolador…» El Espíritu Santo.

¿Qué experiencia tenemos nosotros de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida? Esta escena del Evangelio de Juan que contemplamos hoy, la hemos contemplado muchas veces, se repite permanentemente a lo largo de la Historia.

Podemos hasta asegurar que hemos recibido, hemos acogido al Espíritu Santo, pero, ¿le permitimos permanecer, actuar, iluminar y dirigir nuestros pasos?

Cuando equivocamos la misión, cuando no es la paz de Jesús la que buscamos, ¿dejamos que el Espíritu Santo nos convierta, nos recree, nos reconduzca tras los pasos de Jesús?

Hoy se nos invita a reconocer con realismo y con los ojos de Jesús el momento histórico que vivimos, y en este escenario que nos toca vivir acoger, recibir de nuevo el Espíritu Santo que el Señor nos da, y dejarnos iluminar y conducir. Qué así sea.

Belén Jiménez, mss