XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Mt 14, 22-23
El evangelio de este domingo utiliza el tema de la tempestad y las aguas para mostrar la condición del discípulo, de Iglesia, dividido entre el terror, la duda y la incertidumbre, por un lado, y la fe y la confianza por el otro.
Después de haber alimentado a una gran multitud, Jesús necesita su propio alimento, el contacto con su Padre, así que envía a sus discípulos/as por barco y sube a orar.
La oración es una savia que nutre nuestro espíritu y nos mantiene unidas a Dios, es una fuerza que nos hace capaces de seguir adelante en nuestro camino en medio de la tempestad, de las dudas, del sin sentido de lo que se va realizando, de la aridez del alma. Es muy importante preguntarnos ¿en qué o en quién voy cimentando mi fe? Y saber gritar como Pedro en medio de las dudas “SÁLVAME, SEÑOR”, saber levantar hacia Dios nuestras manos, no solo como gesto de petición sino también como entrega confiada de quien se siente necesitado/a.
En este evangelio podemos ver la barca como la Iglesia, esta Iglesia que la conformamos todos, por lo consiguiente estamos invitados/as a ser consciente de lo que somos en realidad, seres frágiles, débiles en quien el Señor se ha fijado para llevar a delante su misión.
A la madrugada Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar y los discípulos al verlo se asustaron pensaron que era un fantasma. Muchas veces cuando estamos viviendo una situación difícil no somos capaces de ver las cosas con claridad, dejamos que el miedo, la desconfianza, el temor nos quiten la paz la seguridad y la confianza en Dios. Jesús siempre nos está diciendo “tranquilícense SOY YO no tengan miedo”. Nosotras/os estamos llamadas/os a la confianza, al abandono en Dios.
«Ten fe práctica y serás feliz. Solo Dios basta». M.E.R
Mercede Ribera, mss