XXII DOMINGO DEL  TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Mt 16,21-27

Hoy igual que ayer, Jesús, escucho Tu voz que clama en mi interior y me sigues explicando, como a los discípulos, Tu Palabra. Tenías que ir a Jerusalén para ahí poder padecer mucho, ser ejecutado y resucitar pasados tres días. Me doy cuenta que tal como Pedro, no pocas veces, no entiendo, u no quiero entender. Me cuesta acoger aquellos momentos en los que “me parece” que no hay que vivirlos, y voy diciendo como Pedro: “No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte” Es el tiempo de la tentación que se empeña en engañar, engañarme, bajo capa de bien.
Qué necesidad de volver a Ti y escuchar tu voz que invita, pero no esconde que hay que abrazar la cruz, y a todos esos momentos en los que cuesta seguir diciéndote sí, pero en los cuales se prueba el amor igual que en el crisol. Hazme discípula Tuya, cada día. No te canses de explicarme, una y otra vez. Soy tarda para comprender, para comprenderte, Señor. Pero sé por experiencia que Eres el mejor Pedagogo y el Único que explica de modo que pueda entender. Es verdad que a veces sólo entiendo después. No importa, Señor. No te canses de explicar, si no es antes, al hacer memoria y memoria agradecida tendré la posibilidad de abrir los ojos, suspirar y decirte: “Ah! Ahora entiendo, Señor!” Tarda la comprensión, aunque el deseo de seguirte es más grande, por eso una y otra vez Te pido me enseñes como a discípula.

Y, sigo escuchándote en mi corazón: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga…”. Resuenan en mi interior las palabras de Nuestra Madre Fundadora: “El centro de la misionera es Jesús Sacramentado, Crucificado su modelo”. Hago memoria de los primeros pasos en Nuestra Congregación y recuerdo como este pensamiento me tocaba (y sigue tocando) el corazón de manera sorprendente. Es posible no entendiera nada, todavía no había experimentado la cruz en su hondura. Cuantas veces preguntaba: “Y si no cuesta no vale?”. Agradezco a todas las hermanas que me han acompañado en esos primeros años, y me han ayudado a entender, a discernir, y a descubrir, paso a paso, que “el Amor duele”. Todo vale si es vivido desde el Amor, con y por Amor. Pero cuando una llega a experimentar que el amor duele, se hace luz, y es cuando una empieza a entender que abrazar la cruz, cargar con ella es camino para seguir a Jesús. Seguir al Señor gana sentido, gana hondura y profundidad, se agranda el horizonte. Es verdad que, no pocas veces, duele cargar con la cruz y seguir Jesús… pero a la vez atrae, sigue invitando a ir más allá. Él ha dado la vida para como dice San Juan “…para que tengan vida y la tengan en abundancia…”

Gracias Señor, ayúdame a cargar la cruz y a seguirte siempre, Contigo es posible. ¿Y tú te has planteado alguna vez que el Amor duele? ¿Estás dispuest@ a hacer esta experiencia? Podemos hablar contigo…

Isabel Mª, mss