XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Mt 21, 22-43

Este evangelio me ubica en una realidad palpable dentro de nuestra sociedad, los egoísmos, los rencores, los abusos de confianza, el fraude, las traiciones de quien menos te imaginas. Qué paciencia demuestra el Padre hacia los servidores malos, hasta el grado de enviarle al Hijo, al único, con la confianza de que a Él, si lo van a respetar, pero no es así, lo aniquilan para quedarse con todo.

Veo en esos primeros enviados a tantas personas que han dado su vida, por decir la verdad, por denunciar, por defender lo que creen es justo, que son conscientes de su Misión aunque con ello les vaya la vida. Se saben y se sienten enviados, a pedir, a solicitar aquello que le corresponde a Dios.

Aunque la actitud de los viñadores es reprobable, pienso que de alguna manera, las acciones que cometemos algunos servidores al acallar la voz de la conciencia, o al rechazar un consejo o la corrección fraterna de cierta manera dejamos de hacer aquello para lo que fuimos llamados, dejamos de dar los frutos al dueño. Y que en ocasiones hay ciertas actitudes que dejan mucho que desear y son un antitestimonio y la presencia de Cristo deja de tener sentido, nos perdemos.

Gracias Señor por tu corazón generoso, y por invitarme a ver dentro de mí, si te estoy dando los frutos a su tiempo, o al menos el darme cuenta, cuando soy sorda a tu voz.

Edna Carina Vargas, mss