XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Mt 23, 1-12

Señor que seamos H-H, hermanos de todos e hijos de nuestro Padre celestial. Viviendo en esta clave no perderemos el norte, no olvidaremos que no somos más que nadie, que todos hemos sido creados por Ti, que todos te tenemos como único Padre, Tú fuiste el que hizo con “un soplo” que mi alma existiera, tus manos moldearon mi físico, mi carácter, mis dones…que no me pertenecen, Tú me los diste para que se los diera a mis hermanos, yo sólo soy trasmisora del regalo que Tú les haces, mal haría si lo que me das no lo ofrezco de forma generosa, si lo guardo en un cajón.

En gratitud a Dios Padre, mi creador, no puedo dejar de preguntarte que quieres de mí, que puedo hacer por Ti… y sin tener que esperar nada viene tu respuesta: “el más grande entre vosotros debe servir a los demás”. Siendo consciente que no soy más que nadie, que las fuerzas que tengo no son mías sino tuyas, que eres Tú quien me vas poniendo delante donde tengo mi campo de actuación, que mi vida debe transformarse cada vez más en servicio a los demás. Que mi servicio sea dócil, amable, sin dañar a nadie, sin humillar a nadie, antes bien hacerme yo más pequeña para que sean otros a los que se vean (“nunca bajaremos tanto, que lleguemos al lugar que verdaderamente nos corresponde”, MER), para que tu amor sea el que reciban.

Si eres chica te querré; si eres pobre te querré; si sabes que no sabes, te querré” (MER)

Aunque sean chiquitos tus dones, Jesús los acepta gustoso, si en ellos va entero tu corazón” (MER)

Qué linda es la humildad pensando en el humildísimo Jesús hecho Pan” (MER)

Nuria Molinero, mel