IV DOMINGO DE CUARESMA

Evangelio: Jn 9,1-6-9.13-17.34-38

En este cuarto domingo de cuaresma, el evangelista San Juan nos narra el encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento.

Cada día cuando me acerco al Sagrario, puedo experimentar que sólo Jesús puede sanar mi vida de las cegueras del egoísmo, el desamor, la desidia o desanimo. Poco a poco he ido descubriendo que la peor ceguera es no reconocer cada día su amor, en las personas, en los acontecimientos, en las cosas sencillas de cada día.

Pero Jesús de una manera especial nos abre los ojos cada día en el banquete Eucarístico, sólo basta untarnos el barro de su perdón y dejarnos lavar por su misericordia infinita, para que podamos experimentar su presencia cercana, acogedora y silenciosa que nos envuelve y nos transforma, para que podamos también verle en todos los que nos rodean, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Jesús hoy me invita a fortalecer mi fe, a creer profundamente que aunque no vea, por mis pecados, Él siempre espera que me acerque, que lo busque para poderme sanar, aún aquellas heridas que hay en mí, desde mi nacimiento.

Geani Valencia, mss