SANTÍSIMA TRINIDAD
Evangelio: Mt 28, 16-20
Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús indicó; al verlo resucitado ellos se postraron, pero algunos dudaron… acercándose a ellos les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra, id y haced discípulos bautizándolos en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar lo que os he mandado y yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
Hemos recibido ese mensaje, ir a Galilea, somos de los que seguimos a Jesús y en ese camino somos invitados a dar testimonio del amor que nos ha llenado la vida. Un amor que el Padre nos ha regalado, un amor que el Espíritu Santo ha colocado en el corazón y un amor Resucitado que nos viene de Cristo.
Queremos ir a nuestra Galilea donde te veremos y donde daremos testimonio de Cristo vivo y presente; subiremos al monte, al lugar del encuentro, subiremos y te veremos… ¿y dónde está ese monte? Es el altar donde estás en la custodia resucitado y vivo.
Los que te seguimos llamados a un carisma eucarístico, nos postramos y te adoramos, porque como nos decía la Venerable Mª Emilia Riquelme, Nuestra Fundadora, “Al pie del Sagrario es donde se amasan las grandes batallas del amor de Dios” pero algunos dudaron.
Es un inmenso regalo nuestra fe, es tener ojos de fe para verte y sentir que nos invitas a ir, a salir, a bautizar en el nombre de la Trinidad, bautizar, hacer discípulos, ser testimonio de un Dios que es comunión de amor y con una certeza absoluta y única, que Cristo está vivo, con nosotros siempre hasta el final de los tiempos.
¿A qué temer? No estamos solos, siempre habitados y acompañados por Cristo en la Eucaristía. Cómo Missami somos invitados a ser prolongación de Jesús como alimento, consuelo, remedio, fuerza para nuestros hermanos. Se nos llama a ir, a salir, a anunciar, a ser misioneros eucarísticos anunciadores y co-creadores de un amor de comunión, ser un solo corazón una sola alma en Él.
Somos felices por este DON y esta MANERA DE VIVIR como Resucitados. AMÉN, ALELUYA.
Marian Macias, mss