XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Mc 5, 21-43

En muchas ocasiones doy gracias a Dios por el don de la fe. Puede parecernos algo natural, pero cada vez soy más consciente de que es un don y que aun teniéndolo, hay que pedir constantemente que nos lo aumente, porque somos muy frágiles, al menos es lo que voy descubriendo personalmente.

Esa fragilidad que esa mujer vivió durante tantos años, siendo consciente… pero que con la fe que tenía se acerca a Jesús y sabe que puede sanarla. Me hace cuestionarme sobre cómo es mi actitud al acercarme a Jesús. ¿Es como la de esta mujer…?

Hay momentos en la vida que vivimos con mayor hondura la fe. Las circunstancias, que muchas veces no son las más deseadas, nos ayudan a alzar la mirada al cielo y buscar a Jesús en lo concreto de cada vivencia. Es ahí donde va aumentando nuestra fe sin darnos cuenta. Es ahí donde uno se va viendo pequeño y necesitado de la gracia de Dios, que, de verdad es gratuita e inmerecida…

Cierto, no me la merezco, ni yo y creo que nadie… pero digamos una vez más dirigiéndonos a Jesús: “Si logro tocar, aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré” Acércate a Él, en la oración, en la adoración, en los sacramentos, en la Palabra, en las personas más vulnerables, … Te invito, me invito, a acercarnos más, pero con la confianza de un niño.

Davinia Martínez, mss
@Davinia_mss