TESTIMONIO

Esta maravillosa aventura llamada Capítulo General, comenzó en el mismo momento en el que fui elegida para participar en él; sinceramente lo deseaba con todas mis fuerzas y gracias a Dios, fui designada.

Desde el momento en que llegue a Madrid, el 1 de agosto, fui recibida por dos grandes sonrisas y brazos abiertos: Raquel, queridísima amiga, y Lola, a quienes ya conocía de la misión en Tijuana, mi ciudad; poco después conocí a Soledad, lindísima persona, que desde ese día, me ha tratado como si me conociera y quisiera de toda la vida.

El llegar a Granada, días después, estar en la Casa Madre, caminar a través de ella, recorrer todos los lugares en los que María Emilia estuvo, habitó y caminó, ha sido una vivencia tan emotiva y hermosa, que quedará grabada en mi corazón para el resto de mi vida. María Emilia me ha abrazado, me ha hablado, y eso lo agradeceré a Dios por siempre.

A partir de ahí, todo lo vivido ha sido tan rico, tan abundante, tan completo y tan intenso en todos los sentidos, personal y espiritual, que no hay manera de expresarlo.

El encuentro en Pamplona con las hermanas , y el volver a ver a grandes amigas después de muchos años, reencontrarme con ellas, abrazarlas, llorar de alegría juntas, al son de nuestro hermoso himno, también fue un momento entrañable que ha llenado mi corazón de agradecimiento a Dios Nuestro Señor por su gran amor, demostrado a través de todas las personas de la gran Familia Missami, hermanos incluso que sin conocerme me han llenado de tantas atenciones, cariño, amabilidad y solicitud al grado máximo.

En fin, que no me cansaré de decir una y mil veces, gracias. Gracias a Dios. Gracias familia Missami por todo y por tanto.

Me llevo a casa, además de todo lo aprendido, compartido y vivido, la gran responsabilidad, el compromiso y el deseo enorme de transmitir a mis gentes toda esta riqueza (que llevo bien documentada), con la mente y el corazón preparados y listos para seguir trabajando por el Señor en esta gran Misión Compartida, para continuar esparciendo por el mundo el bendito Carisma de nuestra familia Missami, arraigado en mi a través de la Santísima Virgen María Inmaculada y mi queridísima María Emilia Riquelme y Zayas.

Sinceramente:

Teresa Sahagún, México.