Primer Domingo de Cuaresma ( 10 de marzo de 2019 )

Texto Bíblico : Lucas 4, 1-13

El primer mensaje que recibo al escuchar este texto de San Lucas, es que Jesús es conducido por el Espíritu Santo, “desde el Jordán hasta el desierto”. Es el mismo Espíritu quien le saca del lugar de aquella experiencia trinitaria  maravillosa,  donde revivió el abrazo y el amor del Padre con aquella expresión “éste es mi hijo amado, a quien he elegido”, y lo conduce al desierto, en el que será tentado y  en el que esa presencia amorosa y consoladora del Padre le será negada.

La primera llamada en este primer domingo de cuaresma, es a sentir la necesidad de dejarnos conducir por el Espíritu, allí donde El nos lleve, a dejarle que nos saque de nuestro lugar donde tal vez estamos haciendo mucho bien, o tal vez estamos instalados, satisfechos, a gusto, y dejarnos sorprender por El a través de personas o acontecimientos. La vida nos va presentando tiempos de Jordán o de Tabor y tiempos de desierto y de tentación, pero que sea El quien nos lleve. Necesito reconocerme en qué lugar existencial me encuentro yo ahora.

El segundo mensaje de la Palabra hoy es que el “desierto” en nuestra vida es un espacio necesario, aunque no nos guste. El desierto siempre fue en la historia  de  la salvación, lugar de encuentro con Dios. El acompaña a su pueblo por el desierto, y lo saca de la esclavitud a la libertad, comparte con ellos todas las luchas, les anima, les corrige.  En el desierto aprendieron a ser hermanos y a confiar sólo en El  porque no tenían más remedio,  les faltaba de todo: agua, pan, tampoco había caminos, ni metas hacia dónde dirigirse.  Así, sólo Dios era su Todo. Si a mí no me falta casi nada, me va a resultar difícil sentir que El es “mi todo”.

También los profetas nos invitan a ir al desierto para “volvernos a enamorar” y poder renovar la Alianza con Dios. Lo mismo Jesús, renueva su amor incondicional al padre, plantándole cara al tentador que, bajo la apariencia de ángel de luz, aprovecha su fragilidad humana.    Jesús, como nosotros es tentado, pero no cae en la trampa y nos revela así, que con El siempre podremos reconocer y  vencer al tentador por muy solapado que venga.

A modo de Conclusión, creo que el Señor nos dice que el desierto es un “buen lugar”, una excelente  experiencia para renovar nuestro amor a El  y a nuestro pueblo, para crecer en santidad, pues El actúa más poderosamente  cuando es de noche, cuando no vemos nada, cuando somos más débiles, porque no tenemos más remedio que echarnos en sus brazos.  Los santos saben mucho de esto, y no se han echado atrás.

Concluyo con este deseo y esta propuesta:  Vamos con Jesús al desierto en esta cuaresma 2019.  Es tierra de Santos.

 

Leonor MSS