TESTIMONIO

Mi historia de vida en la en la familia Missami inicia en el año 2010 cuando presencié la vida de nuestra Madre Fundadora María Emilia Riquelme a través de unas pinceladas (actuación) que presentaron las estudiantes del colegio Emilia Riquelme en Medellín. Ese día quedé impregnada de ese amor, humildad y sencillez de esa mujer y quise conocerla más, aprender de su carisma y compartirlo con todo aquel que se me acercara.

Luego, al año siguiente me sucedió algo tan maravilloso e inexplicable que me dejó fijada en María Emilia Riquelme y su Carisma; tuve un sueño con la Virgen María en el que Ella me hablaba pero yo no lograba escucharla, desesperada le decía que no la escuchaba y en ese momento apareció María Emilia, colocó su oído cerca de los labios de la Virgen para escucharla y enseguida me miró y me dijo que tranquila que no nos iba a pasar nada, por esos días caía muchísima lluvia en Medellín, tanta que un derrumbe había sepultado casi un barrio completo llamado la Gabriela. Las religiosas, los profesores y yo teníamos programada una salida al eje Cafetero en la semana de receso del mes de octubre y el último día de esa actividad (día viernes a las 11:00am) iríamos a los termales de Santa Rosa. Viajamos y la agenda transcurría normal pero el jueves me entro una sensación de cansancio y pereza y dije a las Hermanas Emilia y Amelia que yo no quería ir a los termales el viernes, que por favor nos quedáramos en la finca. Ellas me respondieron que ya la agenda estaba lista y que eso tendría que ser en común acuerdo con los profesores, que si ellos decían que no tendríamos que ir porque ya eso estaba acordado.

Me dirigí a ellos les insistí que no fuéramos a los termales y ellos decían que no, que ellos si querían ir…insistí tanto que por gracia de la Virgen y María Emilia los convencí y no fuimos. Ese viernes a las 11 am, hora en la que nosotros íbamos a estar allá se vino una montaña abajo y sepultó a varios turistas, el viaje a Medellín estuvo muy largo porque la lluvia no dejaba avanzar, los autos eran muchos y la carretera estaba muy congestionada. Solo al llegar al alto de minas nos enteramos de lo sucedido gracias a una llamada de mi hija. Ese día hice visible y palpable mi sueño con ellas y desde ese día hasta hoy solo tengo alma, vida y corazón para Dios y para ellas.

Gracias a mi ingreso a trabajar con las misioneras del Santísimo Sacramento retomamos en mi familia algunos sacramentos que teníamos «embolatados» y gracias a ellas hoy estoy más cerca de Dios. Ese sueño con la Virgen y María Emilia fueron mi estocada final. Y hoy nuevamente doy gracias a Dios por la oportunidad que me da de participar en este Capítulo General, mi paso por la casa de Barcelona y mis conversaciones con santas como la madre Carmen Piguillen alimentan mi alma cada vez más para seguir al Señor y amar más a la Santísima Virgen y a la eucaristía. Estar en la casa Madre de Granada toco el trasfondo de mi alma, lo que sentí al ver sus escritos, la vida en detalle como la narró con tanto amor Yoli y cada rincón y escrito de ella y de su padre me llegaron al corazón y me sentí cada vez más poquito ante ellos y ante Dios.

Llegar a Pamplona, sentir todo el amor con que nos esperaban, sentir la acogida de todas las religiosas del mundo, verlas trabajar como hormiguitas siempre activas, escucharlas, ver su sencillez y su deseo de servir cada día son experiencias, sentimientos y emociones indescriptibles que sin duda me llevan a amar mucho más a Dios, a descargarme en sus brazos, a obedecer le y a servir a mis hermanos tal como Él me lo pidió en el 11 mandamiento.

Recorrer las calles por las que paso María Emilia, visitar los lugares que ella recorrió, asistir a las iglesias en que ella se entregó a Dios transforma mi vida y la de cualquier ser humano, es allí donde se reaviva su carisma y el deseo de ser misionero. Confirmé que Dios es mi todo y que solo de la mano de María puedo seguir mi camino recto hasta el encuentro con Él.

Solo me resta decir gracias desde el fondo de mi alma. Gracias Madre Marian Macías, gracias Madre Leonor, gracias Madre Emilia y Amelia, gracias Misioneras del Santísimo Sacramento, gracias familia Missami, por todo ese amor y entrega, por vivir cada día a los pies de Jesús Eucaristía…seguiremos por siempre unidos en oración y por siempre estarán gravados en mi corazón.

Luz Dary Urrego (Colombia)