Compartiendo vida: Juan 10, 27-30
IV Domingo de Pascua
Jesús, me encanta que nos acojas en tu regazo, que nos enseñes, que nos perdones, que nos guíes, que nos cures, que nos alimentes, que nos defiendas, que nos acaricies con ternura , que nos regales a tu Madre, que nunca nos dejes solos, que nos recojas en tu iglesia, que nos hagas Hijos de tu Padre y hermanos todos. Me encanta que seas Eucaristía y que nos regales la Vida Eterna.
Jesús, con razón dices que nos reconoces como tus “ovejas”, con razón eres el mejor “pastor”.
Gracias por tus palabras de verdad, de luz, de consuelo, de aliento, de perdón o de corrección. Gracias porque podemos seguirte, porque nos atraes hacia ti.
Ayúdanos a escuchar, a hacer silencio interior, a alejar de la cabeza todo lo que nos separa de tu voluntad. Perdona nuestros oídos sordos.
Para seguirte hemos de imitar tus actitudes, hemos de pasar mucho tiempo a solas contigo y rezar desde la vida, desde nuestro día a día. También hemos de ayudar a las demás “ovejas”, a las que has puesto en nuestro camino.
El pensamiento (60) de MARÍA EMILIA: “Jesús sólo sea tu amor, tu descanso, tu reposo eterno, tu todo”, nos conduce hacía ti Jesús, a escuchar tu voz y a seguirla.
Gracias por todo y por siempre, Señor.