(Jn. 20, 19-23)

Cerradas las puertas por miedo a los judíos, los discípulos se llenaron de alegría al ver a Jesús.
“La paz sea con vosotros”

“Como me envió mi Padre, así os envío yo”

“Recibid el Espíritu Santo”

“Perdonados quedan los pecados a quienes se los perdonéis…”

Presencia de Jesús. Miedo que se convierte en alegría.

Llenos de la Paz del Señor; enviados con la fuerza del Espíritu.

Perdonados y enviados para perdonar los pecados.

Es la experiencia que la Palabra de Dios en este día de PENTECOSTÉS nos invita a vivir.

Quiero compartir con vosotros mi vivencia de una Fiesta de Pentecostés muy especial, un 15 de mayo del 1964.

Ese día yo ingresé en el convento.

Mi entrada al Postulantado.

Fue una ceremonia muy sencilla. No recuerdo los detalles, pero no me olvido de las palabras que el sacerdote que presidió el acto ritual nos dirigió; lo que el Señor por medio de él me dijo:

“No quieres sacrificios, ni ofrendas, ni holocaustos…, pero me has dado un cuerpo, y aquí estoy, Padre, para hacer tu Voluntad…”

Esa fue la respuesta de Jesús, y a eso somos invitados todos:

Llamados, enviados con la fuerza del Espíritu Santo, a llevar la Paz, el perdón, la alegría de la presencia de Jesús a todo el mundo. En actitud de escucha, de disponibilidad, acogida y entrega.

Vivimos en una sociedad tan plural, tan diversa; tan llena de miedos y de esperanzas… que sólo la oferta de Jesús puede responder a tanta ansiedad:

Palabra de Dios. Pan Eucarístico

Eucaristía y Misión, Presencia de Jesús y envío.

Con María, la primera Discípula, como Madre, Maestra y guía.

Que la Luz del Espíritu y la Paz del Señor nos acompañen siempre.

Belén – mss