NAVIDAD
Evangelio: Jn 1, 19-28
En el principio ya existía la Palabra… ¡EXISTÍA!
Reconozco la voz de algunas personas que dicen que Jesús fue un hombre bueno, un ejemplo, un gran hombre, reconocen su existencia y el bien que hizo por los demás como modelo a imitar… y esto es bueno, tienen razón, pero choca profundamente cuando al lado de estas afirmaciones expresan… “pero no es Dios ni mucho menos” “solo es un hombre y nada más”.
Realmente, es un Misterio, pero esa Palabra se encarnó, se hizo un ser humano, en todo igual a nosotros, menos en el pecado, y así lo quiso, y así estaba dispuesto desde el principio, pues sí, la persona de Jesucristo existía desde el principio.
Me llama también la atención cómo se presenta a Juan… “no era él la luz, sino testigo de la luz”. Es una invitación clara a reconocer que en él y en nosotros, está la luz, pero no somos la luz, sino testigo de esa luz que es Cristo.
El misterio de la Encarnación que contemplamos en este tiempo de Navidad es algo que nos desborda. Cierto que nos crea sentimientos de ternura, de cercanía, de cariño… ante este Niño… pero es que este Niño que nace es Dios mismo. ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa? Tal vez no y tal vez haya muchas realidades a nuestro alrededor que nos impiden pararnos de verdad y mirar al Niño.
Os invito a que busquemos tiempos de calidad no para darle vueltas a la cabeza de cómo pudo ser, de por qué, de cuándo… sino que nos dejemos empapar de este Dios que nos ama tanto que ha querido hacerse uno de nosotros solo por amor, por amor y por amor. ¡Qué gran humildad! ¡Cuánto tenemos que aprender!
Contemplemos… adoremos… agradezcamos…
Creo que este pensamiento de María Emilia nos puede ayudar a orar ante el Niño, dice así:
Jesús niño en un pesebre recostado.
¿Quién se atreverá a quejarse de nada, ni a
creerse despreciado, ni a buscar goces del mundo?
Humillémonos y así sabremos quién es el
enamorado de la humildad.
Davinia Martínez, mss
@Davinia_mss