IV DOMINGO DE PASCUA
Evangelio: Jn 10, 11-18
Jesús continúa llamando pastores a su Iglesia y nos hace en cada momento esta invitación a seguirle. Nuestra Madre Fundadora, María Emilia Riquelme, escuchó esa voz que le decía: “Sígueme”. Y dejando todo lo siguió, sin importarle sus riquezas económicas ni su posición social. Ella abrió su corazón a Dios y escuchó la voz del Buen Pastor. María Emilia se dejó buscar por el Señor. Dejémonos también buscar por el que todo lo hace perfecto. Que de verdad seamos sus compañeros y colaboradores de su amor.
Jesús sabe que somos frágiles y es por eso que siempre nos busca para ayudarnos a superar los momentos difíciles, porque sin Él no podemos salir adelante. Nuestra fragilidad nos hace inseguros, nos hace incluso dudar de nuestra fe. La voz de Jesús es una voz de misericordia, de perdón y de gozo, porque en Él todo es alegría y las penas se curan. No sabemos hallar el camino del regreso al Padre y necesitamos quien nos vuelva a traer de nuevo, quien nos dé esa luz que se nos está apagando para continuar el camino.
Nosotros estamos llamados a una vocación; encontrémosla, busquémosla. El Señor nos continúa llamando y nos habla. Seamos generosos con Jesús y respondamos a esta llamada del Señor y digámosle que sí, como lo hizo María Emilia y como tantos otros santos que son un ejemplo. Dejémosle nuestras manos y digámosle que queremos escuchar su voz. Que nos ayude a ser laicos comprometidos.
Martha Cecilia Betancourt, mel