TESTIMONIO
Ahora que la emoción primera ha pasado, y que los sentimientos que estaban a flor de piel se han sosegado. Puedo hacer junto a Ti un balance más pausado y sereno.
Ahora que estoy en la capilla de la Casa Madre puedo regustar todo lo vivido este agosto en esta casa y en Pamplona.
Aunque para mí todo comenzó ya con el documento Iluminar, buscando ese Faro que guie mi camino.
Todo el trabajo previo a agosto, toda la dedicación es un ir degustando la vida en la que Dios te pide cada vez más… “sólo he sido una sierva fiel que ha hecho lo que tenía que hacer”.
Al no estar las religiosas a la vez en Granada me ha supuesto un crecimiento mayor en capacidad de organización, en tener que estar pendiente de mas cosas… fallando en muchas, buscando asesoramiento, aceptando las correcciones, los avisos … y muy agradecida por esas ayudas.
Te doy gracias por las oraciones de las mayores, por su entrega en el dolor y el ofrecimiento del mismo para que todo fuera bien. Te doy las gracias por todas las religiosas de la Casa Madre, por su atención, por celebrar juntas el 5 de agosto el cumpleaños de Mª Emilia.
Sólo me pueden salir palabras de agradecimiento por todo lo vivido a nivel humano y espiritual, por todo lo que hemos trabajado en Granada y después en Pamplona.
Cuando estuve en el Capítulo anterior me quedé con la boca abierta con todo, y especialmente por las religiosas. En esta ocasión me siento muy contenta por cada uno de los laicos, por su implicación, por su entrega… Cuando se decidió que el Equipo Animador Internacional seguiría en España y me decían que me ayudarían, nunca soñé que esa ayuda sería desde ese instante, cada uno ha puesto sus dones a funcionar, dispuestos a entregarse y haciendo que otros no presentes también se entreguen. Sólo puedo “quitarme el sombrero” ante la generosidad de su tiempo, ante sus ganas de trabajar, su disponibilidad, su alegría al hacer las cosas, su acogida al otro y a su pensamiento.
Estoy convencida que todo esto no hubiera sido posible si cada uno de nosotros no hubiera estado en predisposición a la gracia de Dios; esta forma de actuar todos la hemos aprendido de cada una de las religiosas que en su día a día nos muestran con su forma de vivir esa “inmolación alegre”, ese don de acogida, ese “amar, siempre amar”.
Tendremos que seguir caminando juntos todos; pero creo que si el Capítulo anterior fue un hito por ser la primera vez que participábamos los laicos, éste es otro hito porque hemos experimentado en primera persona que la Familia MISSAMI es una realidad en el mundo entero.
Gracias Jesús por tanto don recibido.
Gracias María por mantenernos a todos unidos.
Unidos en Misión compartida…Vida compartida.
Nuria Molinero (MEL – España)